Más que nunca, hay algo que falta en nuestras iglesias, en nuestra adoración, en nuestras oraciones. Pero sobretodo, en nuestras vidas personales. Es el ingrediente que abre las puertas a la intimidad y la pasión en nuestra relación con Dios. Es lo que mantiene nuestras vidas puras, reales; lo que nos transforma en genuinos hijos de Dios Es… El temor de Dios.